Culiacán, Sinaloa, 10 de junio 2024. A 53 años de la represión estudiantil del 10 de junio
de 1971, denominada Jueves de Corpus, el crimen permanece impune. Más allá de haber
culpado algunos agentes de policía y haber disuelto al grupo Los Halcones, al frente del
operativo, los gobiernos “no encontraron elementos” para fincar responsabilidades al
entonces presidente de la República, Luis Echeverría Álvarez y al secretario de
Gobernación, Mario Moya Palencia.

Según los archivos desclasificados, ambos “estaban perfectamente enterados” de la acción a
través de los reportes de agentes de la Dirección General de Investigaciones Políticas y
Sociales de la época, pero nada hicieron para evitar la masacre.
El evento sucedió en la Ciudad de México el 10 de junio de 1971, cuando una
manifestación en apoyo a los estudiantes universitarios de Monterrey que luchaban por la
Autonomía, y de manera general por la apertura democrática del Estado, fue violentamente
reprimida en el Distrito Federal, menciona en el libro JUSTICIA DE TRANSICIÓN 336
INFORMES NACIONALES de América Latina, Alemania, Italia y España, de la colección
Conrad Adenauer, la investigadora Elia Patricia Neri Guajardo.
“Los Halcones atacaron a los estudiantes, quienes inútilmente intentaron esconderse. La
policía no intervino, pues no tenía órdenes de actuar y permaneció como espectadora,
permitiendo que hubiese más de 30 muertos”.
Señala que el presidente de México, Luis Echeverría Álvarez, se desligó del suceso sin dar
ninguna información adicional, a pesar de que, como se desprende del apartado anterior, en
el caso mexicano los acontecimientos que dieron lugar a violaciones masivas y sistemáticas
de derechos humanos perpetradas por el gobierno se dieron en las décadas de los sesenta,
setenta y ochenta, y en ellos se vieron involucrados los ex presidentes Gustavo Díaz Ordaz,
Luis Echeverría Álvarez, José López Portillo y Miguel de la Madrid Hurtado.
Muestran el uso diestro de las bayonetas
El Jueves de Corpus, sostiene, está considerado como la siguiente fase de la “Guerra sucia”,
después de la masacre del 02 de octubre de 1968, donde se hizo evidente que la demanda de
apertura democrática no era exclusiva del movimiento estudiantil, sino de la sociedad
entera.
En el apartado México, del libro JUSTICIA DE TRANSICIÓN, que forma parte del acervo
de la biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad
Nacional Autónoma de México, www.jurídicas.unam.mx , Neri Guajardo, precisa que la
respuesta del gobierno mexicano a las manifestaciones sociales, puso en evidencia que la
represión y la violencia, eran la estrategia para disolver las protestas sociales de la época.
Desclasificados los archivos a 53 años de distancia, afirma que tanto el hoy ex presidente
Luis Echeverría Álvarez como el ex secretario de Gobernación, Mario Moya Palencia,
estuvieron perfectamente enterados, sobre la masacre estudiantil del Jueves de Corpus, a
través de los reportes enviados por agentes de la Dirección General de Investigaciones
Políticas y Sociales de entonces, pero nada hicieron para evitarlo.
En su análisis sobre el 10 de junio de 1971 y el grupo paramilitar Los Halcones, cita uno de
los informes donde declaran el director y el subdirector del Servicio Médico Forense del
Distrito Federal, José Ramón Fernández y Gilberto Ibarra, ante el avistamiento de los
cuerpos de algunos estudiantes víctimas de la masacre:
“Muestran el uso diestro de las bayonetas y disparos de armas de fuego con balas
expansivas. Sabían dónde atacar […] hicieron lo que sabían hacer”.
Jueves de Corpus, 10 de junio 1971
La marcha se inició cerca de las cinco de la tarde, encabezada por ex presos políticos del 68
recién liberados, era un grupo calculado en 8.000 personas. Los estudiantes fueron
rodeados casi desde el inicio, y se calcula que a los 30 minutos había ya cerca de 400
halcones, cita Neri Guajardo.
Añade que la policía solo se mantuvo a la expectativa de esa marcha breve, interrumpida
por las provocaciones constantes de la policía y luego por la agresión del grupo paramilitar
y de los francotiradores, que también eran halcones.
Según el informe que respalda el escrito, se registró una lista de 300 heridos, por
golpes o baleados, y 23 muertos en los partes policiacos.
Entraron a los hospitales a rematar a los heridos
También se documentó la versión de que Los Halcones entraron a los hospitales a
rematar a los estudiantes heridos.
Se concluyó también que tanto el presidente como el secretario de Gobernación estaban al
tanto de los hechos en el momento en que estos sucedieron.
En uno de los relatos citados por la autora, se habla de tres grupos participantes en la
manifestación estudiantil; por un lado la columna de manifestantes que una y otra vez se
reagrupa y continúa su marcha. Por el otro el grupo paramilitar que hacía guardia con el
contingente policíaco de la calle de Nogal desde Sor Juana Inés de la Cruz hasta Av. San
Cosme, 60 Halcones disfrazados de estudiantes ‘portando pancartas con la efigie del Che
Guevara, y con la leyenda: ‘Hasta la Victoria Siempre”.
“Había además otro grupo de cerca de 150 Halcones armados con kendos, especializados
en disolución de manifestaciones, que portaban mantas colocadas sobre unos bastones
largos. Estos se lanzaron por dos frentes, uno sobre la calle de Alzate y otro por la calle de
Sor Juana Inés de la Cruz”.
Refiere que ese grupo de Halcones se hacían pasar por estudiantes y portaban camisetas
blancas y pantalón de mezclilla. “Se distinguían por su corte de pelo y su despliegue militar
de ataque cuerpo a cuerpo”.
“El Presidente de la República y el Secretario de Gobernación estuvieron enterados al
detalle de lo que sucedía la tarde del 10 de junio de 1971 en las calles alrededor de la
Escuela Nacional de Maestros, casi al momento mismo en que el cuerpo paramilitar
‘Halcones’, jefaturado por oficiales del Ejército Mexicano con permiso, disparaba
impunemente en contra de los manifestantes ante la mirada complaciente de destacamentos
de policías y de granaderos estacionados en el lugar”.
Los agentes de la Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales, ‘cubrieron los
preparativos, la manifestación y su disolución violenta y las repercusiones que hubo en el
Distrito Federal y en el interior del país. Y puntual y detalladamente informaron de todo a
Mario Moya Palencia, Secretario de Gobernación…”.
Señala que los informes fueron detallados pues abordaron desde el desenvolvimiento del
conflicto suscitado en la Universidad Autónoma de Nuevo León, mismo que dio origen a la
manifestación del 10 de junio en el Distrito Federal.
Sobre las asambleas y discusiones que se suscitaron en las escuelas de la UNAM, el IPN y
la ENM, incluyendo una radiografía de los Comités de Lucha que habla tanto del intensivo
empleo de la infiltración como de los prejuicios y limitaciones de los orejas utilizados; los
preparativos para la marcha; la descripción, desde diversos puntos, cada diez minutos, de la
agresión armada en contra de los manifestantes, en coordinación con las policías del D. F.,
y la movilización de tropas al caer la noche del 10 de junio de 1971.
El informe de los agentes, también alude sobre las “reacciones habidas en los estudiantes
capitalinos y en los de las universidades estatales, y estos respondieron necesariamente a
instrucciones del Secretario de Gobernación, quien, por ley, fungía como responsable de la
política interior de la República”.
“Debido a que la intervención de Los Halcones fue documentada inmediatamente por
reporteros y fotógrafos, este grupo fue disuelto al día siguiente, el 11 de junio, con
indemnización a sus integrantes”, cita finalmente Neri Guajardo.