Una mañana cualquiera, desperté a tu lado,
me asustó la idea de haberme casado,
pregunté ¿Qué hice? al ver tu camisa,
más se fue mi miedo frente a tu sonrisa.
Y siguió la vida, aunque en cierto modo,
preferí ignorarla, te volví “Mi todo”.
Me incluí en tus sueños y olvidé los míos,
si tú sentías fiebre, yo, escalofríos.
En una mañana lluviosa, sin fecha,
crecieron mis hijos y estoy satisfecha,
de ser constructora de alas y sueños,
pero nuevamente, olvidé los míos…
viví, los de ellos.
Hoy al despertarme, saludé al espejo,
Desnudé mi alma y aprecié mi cuerpo,
sin prisa, ni miedos, crucé lo prohibido,
y encontré en su brillo, lo que había perdido.
Su nombre es Jesús, Él siempre me ha amado,
Y nunca jamás me ha abandonado,
antes que tu esposa, soy una mujer,
tomando su mano, volveré a nacer.