A mitad del camino

Lucy Pintor

A los treinta y tantos años, los días son perlas finas
pulidas con utopías que emergen de nuestro ser;
de entre las piernas del tiempo el otoño vi nacer
y emigrar hacia el sur, millares de golondrinas.
Fecha de sembrar centeno y dar cosecha el olivo
de caminar entre flores amarillas de abedules,
y de contemplar el cielo con sus matices azules,
porque no sé si mañana me revista del olvido.
Me detendré un momento a mitad de mi camino
a respirar aire fresco y revisar el sendero,
recostarme en la hojarasca, aunque no llegue primero,
¿Qué más da? Si está trazada la línea de mi destino.
Cautiva de mis temores viví, sin vivir conmigo,
necesito reencontrarme para escribir mi presente
en el libro de mis sueños entre páginas sonrientes
y ser y crecer a un tiempo como la higuera y el higo.
Quizás aún no he escuchado melodías en las cascadas
o el consejo de un amigo cuando asoma mi arrogancia
pero cada que amanece me digo, “ya es ganancia”.

La tarde es un buen momento de reír a carcajadas,
no sé si la brecha es corta o me espera un largo andar,
si hay arcilla, greda o piedras donde queden mis afectos,
si los surcos de la vida son torcidos o perfectos,
lo que importa es qué semilla voy dejando al caminar.
Cuando mis ojos me adviertan del atardecer, su gama,
formaré un collar de perlas con todas mis alegrías,
colgaré de las estrellas cada uno de mis días,
y sonriendo exclamaré: es verdad, ¡Dios me ama!