*Texto tomado de El Reportero de Sonora
En otra vida, ellas corrían descalzas por campos infinitos de flores que nunca se marchitaban. El viento les acariciaba el cabello con ternura, como si el universo mismo las reconociera.
Reían con esa misma alegría pura con la que alguna vez iluminaron en la tierra, pero ahora sin peso, sin miedo, sin sombra.
Eran hermanas, Guardianas de la luz, pequeñas estrellas encarnadas en sonrisas. En ese otro mundo donde el dolor no existe, vivian entre cuentos que no terminan, entre juegos que no conocen despedidas. Todo a su alrededor era armonía: los cielos se abrían con cada paso y los días nacían al ritmo de su alegría.
Así se verían: plenas, eternas, llenas de amor. Unidas por siempre como si el tiempo hubiera entendido que no debía separarlas jamás. Y así, en ese rincón del universo, siguen caminando de la mano, como si fueran parte del mismo latido, del mismo sueño que nunca termina.
(Foto de El Reportero de Sonora. Las hijas de Margarita: Meredith, Medelín y Karla).