Terapeuta Miguel Ángel Pichardo Reyes. El trauma: “miedo excesivo congelado en el
cuerpo o en la memoria”, y se cura.
NOTA-TRAUMAS-EG_260523 / ¿De dónde vienen el miedo y la inseguridad?
En muchos casos de trauma no se recuerda o no se entiende la causa, y solamente la
persona tiene la percepción de impotencia o de reacción en el cuerpo ante las amenazas.
En palabras del terapeuta psico-corporal Miguel Ángel Pichardo Reyes, el trauma se revela
como “un miedo excesivo congelado en el cuerpo o en la memoria”. Por ello, para atender
los efectos se enfoca la distribución de las emociones con propósito de resolver el impacto
de eventos violentos o riesgosos ocurridos, que pudieran causar trastornos depresivos,
disociativos, sicóticos u obsesivo-compulsivos.
En el proceso de tratamiento de traumas es importante “acudir a una conexión que regrese
la seguridad”, afirma el maestro Pichardo Reyes. En niños, por ejemplo, otras posibilidades
de convivencia o compartir nuevas tareas con los padres puede ayudarles a autorregularse
emocionalmente.
¿Quién no ha sentido miedo a hacer algo nuevo, a salir, dificultades para respirar, voz
entrecortada, colitis, gastritis, problemas musculares, entre otros malestares asociados con
la ansiedad? Otros síntomas son la sensación de opresión en el pecho, problemas
estomacales, irregularidades adiposas, lentitud anormal del pensamiento, inflamaciones o
reflujo, como reacción de las “emociones atrapadas”.
Después de un trauma, asimismo, un síntoma conocido es el cansancio o agotamiento, y por
consecuencia algunos otros trastornos o dolor.
A finales de los 40, los fisiólogos franceses empezaron a estudiar las conexiones con la
memoria corporal ante eventos previos que explicaban el ser más sugestionable, las
conductas más “irracionales”, o el estado de “hiperalerta” o de tensión.
Hay que tomar en cuenta que en el tema de las experiencias relacionales hay
documentación de abusos y sus efectos negativos, aún extremos. En “El cuerpo violado:
aproximación psico-corporal al trauma del abuso” (Maurizio Stupiggia, 2010), se aborda
este tema desde una perspectiva sistémica.
Por otra parte, en “El síndrome de la mujer maltratada” (2012, Desclée de Brouwer),
Lenore Walker describe cómo en las relaciones conflictivas se establecen nexos traumáticos
y también dolorosos que es necesario reconocer y resolver. Evitar, en todo caso, y atender
las alertas.
A manera de “El caballero de la armadura oxidada”, de Robert Fisher (1994, Ediciones
Obelisco), cabe agregar que hay cierta inmovilidad o coraza traumática que tanto hombres
como mujeres requieren superar a través de nuevos vínculos o de armonizar cuerpo y
mente, de modo que lo superior que da balance al ser humano prevalezca sobre los efectos
traumáticos de los eventos transitorios pero con secuelas negativas. Los mecanismos de
atención apuntan a quitar, o no desarrollar esa especie de “costra”, que puede “adherirse”
en la persona y perturbar la interacción con los demás.
La formación de redes de apoyo grupal o presencial, las terapias somatoespirituales así
como terapias de movimiento (danzaterapia, por ejemplo), e incluso el contacto físico
consentido como en los abrazos, son recursos que permiten apoyar en la recuperación del
balance emocional, pues son actividades que permiten liberar oxitocina, rehabilitar el
funcionamiento del sistema límbico o del hipocampo y ayudar a resolver efectos
traumáticos, que pueden manifestarse en personas aun sin diagnóstico como tal.
Aun cuando hay expertos terapeutas con diferente orientación en el tratamiento de
afecciones físicas y psicológicas, se ha coincidido en que la combinación de distintas
estrategias de recuperación postraumática puede llevar a un mejor resultado.
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