Foto de escenas de la película
- Los filmes de siete años / Es paradójico producir cine en México, y prueba mayor de perseverancia
La película “Minezota” se dio a conocer en el Festival de Cine de Morelia de 2016, pero se
ha estrenado apenas hace unos días en la Cineteca Nacional de la Ciudad de México.
Estamos en 2023. Saque cuentas.
Esta segunda obra de Carlos Enderle interpreta una parte del corazón cultural de Ciudad
Nezahualcóyotl, zona conurbada de la Ciudad de México, y ha logrado un cierto
entendimiento con la gente, por un lado, pero vino a retar la mirada un poco más agria de la
crítica. ¿Sería la pandemia?
“Crónicas chilangas”, la ópera prima de 2009 de Enderle, fue bien recibida tanto por el
público y los analistas del cine en México, y ahora, con una mayor difusión de Minezota en
el país, se espera conocer mejor la respuesta.
El de México es un cine de un sabor ácido intenso, puesto a veces duramente contra las
cuerdas. Puede traer éxito y con él se han construido grandes figuras de directores
representativos en el mundo (un quiz y ganas, si mencionas a tres), así como actrices y
actores que se ha llevado Hollywood.
Sin embargo, lo que sí resulta a todas vistas es que hacer cine es una prueba de fuego ante
la respuesta de las audiencias, más que de los críticos. Acostumbrados a un ambiente de
violencia, el contraste de zonas de dulzura en las escenas suele darnos un poco de
comodidad dentro del país, pero fuera, aunque puede haber más interés de conocer las
atmósferas mexicanas, por ser diferentes culturalmente, pueden resultar igualmente
estremecedoras en mayor grado ciertas imágenes y secuencias para las miradas locales o
extranjeras.
Entre ambas visiones, las carteleras despiertan la curiosidad con películas tan distintas en
una industria de tanta diferencia entre las propuestas de expresión cultural independientes y
las de apuesta comercial. Puede recordarse cuando se colocaron filmes en la escena
internacional como “Amores perros”, “La Ley de Herodes”, “Sexo, pudor y lágrimas”,
entre otras que recibieron apoyo institucional. Que se produzca cine de calidad entra en una
paradoja. Con el deseo e interés sosteniendo el movimiento artístico y cultural y sin apoyos
suficientes. Reclamos abundan.
En cuanto a Minezota, estamos hablando de dos películas de Enderle en un lapso de catorce
años, de 2009 a 2023, con 2016 como punto de unión. Es decir, casi siete años para cada
filme. Mídase la persistencia.
En Crónicas Chilangas estaban actuando Isela Vega, Regina Orozco, Patricio Castillo,
Rodrigo Murray, Eduardo España. Los nombres pesan. Y se filmó en 35 mm, lo que
absorbió la mayor parte del presupuesto.
Ahora, de los rincones culturales de México habla por sí misma Minezota, recreando una
visión en la atmósfera que rodea la megaurbe .La apuesta del director esta vez fue con
actores más jóvenes, entre ellos Guillermina Campuzano, Pablo Abitia, Evan Lamagna,
Hansel Ramírez, Dayana Tellerías y Pablo Mondragón. Un viaje del rock sicodélico a la
música electrónica, donde a cada quien le va en la feria según su gusto.
Esta vez la música trabajada con el productor Pablo Mondragón fue la de Depeche Mode.
Es decir, de los ochenta para acá. La fotografía estuvo a cargo de Raúl Campero. El formato
es de Súper 16, y una parte es en blanco y negro y otra a color, marcando diferencias en las
etapas de la vida de los protagonistas. Un rollo algo vintage, atemporal.
“Lo primordial es conectar con la dignidad del público, más que estar viendo el gran
negocio”, reconoce Enderle, quien participó en una mesa redonda sobre la película en la
casa de la Cultura de la Universidad de la Comunicación, en la Condesa. Para él, esta obra
ha sido altruista, hecha con amor, por amor al arte; y “de milagro”.
Un interés en mostrar la vida de la clase trabajadora, en cómo entiende el mundo, media en
Minezota. “Lo que hace un autor es también la postura que tiene ante la vida”, dice Carlos,
parafraseando al Indio Fernández. Recuerda que en la época de Oro del cine mexicano se
esfumaba la visión obrera. “Era más visible la urbe, la aristocracia”.
Con Minezota, la historia gira en torno de una pareja y sus aspiraciones: por un lado las
ganas de continuar en su banda de música electrónica del chavo (Ismael), buscando éxito, y
el de una chica (Violeta) de tener un hijo, así como la visita de dos misioneros mormones,
en momentos de la ruptura amorosa de la pareja.
El lugar, Neza, es o no poco común según lo conozcas, es parte del “multiuniverso”
desconcertante y diverso mexicano. Territorio de entraña social, de fe, de esfuerzo, de
cultura retadora del tiempo, donde el Tri o los heavy metals se idolatran en las fiestas y el
recuerdo.
Para el periodista cultural y editor cinematográfico, Sergio Raúl López, la segunda película
de Enderle propone otra lectura ética de la sociedad, y ofrece otra visión de Neza no
estereotipada, mostrando un rostro de su conquista espiritual y su ambiente multicultural.
También la película muestra otro modo de romper con imposturas estéticas o códigos de las
“clases privilegiadas”. Esto para Enderle es parte de un logro, sin poses al hacer la película,
con la mayor honestidad escénica. “Cual hay intención de que lo que se filma se vea más
bonito, se rompe la intención”, expone Carlos. Como cuando Mar, en el libro “Esculpir en
el tiempo” de Tarkovsky, si a la obra de un artista se le nota la intención, es como si a un
mueble se le saltara un resorte.
El manejo de la sexualidad también ha sido comentado con las primeras audiencias. En un
sentido, que no solamente las personas que corresponden a un canon de belleza tengan
derecho a las relaciones físicas, o a ser amadas, y en otro en cómo se trata el tema de la
seducción y de los roles o egos en las relaciones sentimentales.
Ahí está, entonces, Minezota, empezando a exhibirse, ahí algunas de sus pistas; no siendo
película ostentosa, y sí un trabajo de exploración cultural y persistencia; y esperando llegar
a más localidades, ya que el público decida verla.
