De izquierda a derecha. Luis Inacio Lula da Silva, de Brasil, De Colombia, Gustavo Petro y
el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.
La izquierda y el progresismo son dos conceptos que a menudo se usan de forma
indistinta, pero que tienen diferencias significativas en sus orígenes, sus
propuestas y sus desafíos. En este artículo se intentará explicar qué es cada uno y
cómo se relacionan entre sí.
La izquierda es una corriente política que nace en el siglo XIX como una oposición
al conservadurismo y al liberalismo, defendiendo la igualdad social y económica, la
democracia participativa y la transformación radical de las estructuras de poder. La
izquierda ha adoptado diversas formas a lo largo de la historia, desde el
socialismo utópico al marxismo, pasando por el anarquismo, el comunismo, el
sindicalismo y el nacionalismo revolucionario. La izquierda ha sido protagonista de
importantes movimientos sociales y políticos en América Latina, como la
Revolución Mexicana, la Revolución Cubana, el sandinismo en Nicaragua, el
peronismo en Argentina o el chavismo en Venezuela.
El progresismo es una ideología política que se sitúa en la posición
socialdemocrática, pero que tiene una visión más moderada y reformista que la
izquierda clásica. El progresismo surge a finales del siglo XIX y principios del XX
como una respuesta al capitalismo salvaje y a las injusticias sociales de la época.
El progresismo defiende la economía mixta, es decir, la coexistencia de empresas
privadas y públicas, con una intervención estatal para regular el mercado y
garantizar el bienestar social. El progresismo también aboga por la defensa de las
libertades personales, los derechos humanos y las causas ambientales. El
progresismo se identifica con otras ideologías políticas como la socialdemocracia
o el socialismo democrático. Algunos ejemplos de gobiernos progresistas en
América Latina son los de Lula da Silva en Brasil, Michelle Bachelet en Chile o el
Frente Amplio en Uruguay.
La relación entre la izquierda y el progresismo es compleja y no siempre
armoniosa. Por un lado, comparten valores comunes como la igualdad, la
democracia y el progreso. Por otro lado, difieren en sus métodos, sus prioridades y
sus alianzas. La izquierda suele ser más crítica con el sistema capitalista, más
radical en sus propuestas y más cercana a los movimientos populares y
antiimperialistas. El progresismo suele ser más pragmático, más moderado y más
abierto al diálogo con otros sectores políticos y económicos. Estas diferencias han
generado tensiones y divergencias entre ambos sectores, especialmente en los
últimos años, cuando algunos gobiernos progresistas han mostrado signos de
agotamiento, corrupción o desviación de sus principios originales.
En conclusión, la izquierda y el progresismo son dos expresiones políticas que
tienen puntos en común pero también diferencias importantes. Ambas han tenido
un papel relevante en la historia de América Latina y siguen siendo actores clave
en el escenario actual. Sin embargo, también enfrentan desafíos y contradicciones
que deben resolver para seguir siendo una alternativa viable y coherente para las
mayorías sociales.
En México, el progresismo es la ideología que determina las políticas del gobierno
de AMLO y que se visualiza su continuidad para el próximo sexenio presidencial.
Por tal razón, las izquierdas en México están emplazadas a desarrollar procesos
de unidad y articulación para convertirse en un referente para el pueblo y para
todos los militantes de izquierda mexicana en la perspectiva de asumir en corto
plazo la tarea de estudiar sobre el pasado político, la actualidad y el futuro del país
y converger en un proyecto de nación más allá de lo que ha sido la 4T y no dejar
de lado pretensiones socialistas.